Creación                    de la Imagen Corporativa
              El Paradigma del Siglo XXI 
                         
             Por Joan Costa
           Número 34
articulo de la revista electronica en America Latina especializada en Comunicación: RAZÓN Y PALABRA
La Identidad, vector diferenciador                por excelencia
          En el paradigma del siglo XXI ya nada es est ático. Tenemos                que pensar en vectores. Vector es una magnitud de la física                de la
          comunicación que implica, al mismo tiempo, orientación,                velocidad, fuerza y aceleración. Cuando la fuerza es vectorial                se reúnen en ella criterio, punto de aplicación, dirección,                sentido e intensidad. No hay en la empresa ninguna otra actividad                que sea transversal, como la comunicación. Ni ningún                proceso que no esté atravesado por ella. Sólo la comunicación                es, al mismo tiempo, estratégica, conductora de la acción,                instrumental y generadora de valores -a pesar de que los poderes                m ás importantes hayan sido pasados por alto en beneficio                exclusivo de su condición instrumental.
             El paradigma del siglo XXI presenta                en la cima, el vector I dentidad, el principal elemento diferenciador                y el que incluye en su núcleo la matriz de los demás                vectores. Convendrá que desarrollemos este punto.
             En busca de la identidad
          El primer vector es la empresa en s í misma. Su identidad.
          La búsqueda de la identidad, sus crisis, su pérdida,                constituyen el centro de las investigaciones y las preocupaciones                actuales. El individuo, el grupo, las empresas, aspiran hoy a coincidir                nuevamente con su propio ser y su propia realidad. El histórico                Seminario sobre "La Identidad", dirigido en 1975 por Claude                Lévi-Strauss, fue un evento de envergadura, que reunió                a especialistas llegados de distintas ciencias: antropólogos,                biólogos, psicoanalistas, matemáticos, filósofos                y lingüistas. He aquí las facetas de la identidad y                su adscripción a las ciencias de la vida. Se trata, por tanto,                de una cuestión científica fundamental, aunque haya                sido ignorada tan largo tiempo por las empresas, y finalmente se                haya reducido a simples grafismos.
             Ahora, la identidad corporativa                es comprendida como un instrumento estratégico de primer                orden, y mi "paradigma" lo sitúa en el lugar germinal                que le corresponde. La misión del comunicólogo es                establecer el puente metodológico que une la teoría                científica y la pragmática para así convertir                la teoría en un útil esencial de la estrategia corporativa.
             Es dentro de esta misión                que debemos hacer comprender al gestor de las comunicaciones y al                responsable de la imagen, la
          profundidad y el valor real de esta noción de "identidad"                que es preciso redescubrir.
             Etimológicamente, identidad                viene de idem, que significa "idéntico", pero idéntico                a sí mismo y no a otra cosa. Así, la identidad implica                la dialéctica de la diferencia: el ser, o el organismo que                es idéntico a sí mismo es, por tanto, diferente de                todos los demás.
             La identidad es el ADN de la empresa,                los cromosomas de su génesis, que son la herencia de los                caracteres de su emprendedorfundador, y que están inoculados                en aquella en el acto de instituir, en el espíritu institucional                de la organización.
             La identidad corporativa se define                de inmediato por dos parámetros:
             - lo que la empresa es
          - lo que hace.
             "Lo que es" intrínsecamente,                consiste en primer lugar, en su estructura institucional o fundadora:                su estatuto legal, el histórico de su desarrollo o de su                trayectoria, su directorio actual, su domicilio social, el organigrama                de actividades y filiales, la estructura del capital y sus posesiones.
             "Lo que hace" es la actividad                mayor alrededor de la cual se crea todo el sistema relacional y                productivo: una técnica, líneas de
          productos o de servicios más o menos coordinados, una estructura                de precios y características de distribución, cuyo                conjunto de actividades está sancionado en forma de resultados                comerciales y financieros.
             Ahora bien, la suma de estos dos                par ámetros constituye la cara objetiva de la identidad,                puesto que ésta es como una medalla de dos caras.
             La otra cara corresponde a la identidad                subjetiva, psicol ógica, funcional y emocional, que emerge                en los públicos a través, por una parte, de los dos                parámetros objetivos, pero por otra parte filtrados según                la interpretación que dichos públicos hacen de estos                parámetros. La subjetivación de la identidad procede,                sin embargo, no únicamente de lo que la empresa es y hace                objetivamente, sino de otro parámetro:
             - lo que dice (que es y hace)
          "Lo que dice" es todo aquello que ha sido explícitamente                manifestado, sus aserciones, sus informaciones y sus promesas a                través del flujo de mensajes y comunicaciones con sus diversos                públicos, siempre en relación con lo que la empresa                es objetivamente (hay en este punto mensajes motivantes, como el                país de origen para ciertos tipos de productos) y lo que                hace (básicamente lo que vende o presta y es el objeto de                transacción económica con los clientes y consumidores).
             He aquí relacionados los                polos de la Identidad, la Acción y la Comunicación.                Estos polos no han sido relacionados por una voluntad racional o                lógica -aunque esta lógica existe de todos modos en                el funcionamiento del paradigma. Sus relaciones profundas provienen                de cómo se revela la identidad: a partir de los qués                (qué es, qué hace, qué dice).
             Esta subjetivación de la                identidad tiene lugar en el centro del paradigma. Es el cómo,                el verdadero transformador cualitativo de los qués. El proceso                de qué es y hace para convertirlo en cómo lo realiza                y cómo lo comunica.
             La convergencia en este vector central                de los "qués" y los "cómos" de                los polos, es el proceso por el cual el público percibe y                experimenta la personalidad de la empresa, su estilo de conducta.                Es justamente esta interpretación, y la valoración                colectiva de la personalidad corporativa
          - que ha cristalizado con la cultura organizacional y se man ifiesta                con el hacer y con el estilo de comunicar- lo que da nacimiento                a la imagen mental de la empresa en la memoria social. La "imagen                pública" es la suma de las imágenes individuales                que coinciden. 
             El vector cómo transforma                y cualifica los parámetros qué en percepciones, sensaciones                y experiencias:
          - cómo la empresa se muestra y se hace reconocer por sus                públicos, es la materialización-valoración                por parte de éstos de su identidad ("lo que es")
          - cómo realiza "lo que hace" en la forma de expresarlo                y en las relaciones con los públicos, se convierte en valores
          - cómo comunica todo lo anterior no es sólo "lo                que dice" sino también "cómo lo dice",                y lo que da a entender sin decirlo: el mensaje semántico                (lo que dice) y el mensaje estético (cómo lo dice)                superpuestos en el "mensaje", o en términos de                la semiología, lo que denota y lo que connota.
             Estos son fenómenos de significación.                Lo que dice se relaciona con lo que es (supongamos una acción                comunicativa institucional) y con lo que hace (lo que produce y                vende, lo que patrocina, etc.). Este círculo cerrado a menudo                presenta conflictos entre lo que es, lo que hace y lo que dice la                empresa. Tal conflictualidad es uno de los indicadores de la ética                de la empresa ante el público, debido a su falta de coherencia                en la conducta, e incluso a ciertas contradicciones. Por tanto,                esta conducta percibida -y a veces experimentada- por el público,                no queda en un hecho puntual, sino que, en la misma medida que conlleva                significados negativos, contamina la imagen pública de la                empresa.
             "Cómo la empresa se                muestra, cómo se presenta a sí misma, cómo                se hace reconocer e identificar" es el punto crucial de su
          estrategia de identidad. Que de hecho es una parte de su estrategia                de comunicación (véase más adelante "La                nueva dimensión inter media de la identidad corporativa").
             "Cómo se relaciona",                o cómo se comporta la empresa en tanto que institución                y actor privilegiado de la realidad social. Esto revela un modo                propio de actuar, una conducta con sus empleados, sus accionistas                y sus clientes; con las otras instituciones, los proveedores, las                asociaciones de consumidores y usuarios, con las causas de interés                cívico y cultural, con la sociedad.
             "Cómo comunica todo                lo anterior" dentro y fuera de la organización, supone                diferentes modos de comunicar y comunicarse, de hacerlo con distintos                públicos, con objetivos diferentes y a través de diversos                medios y soportes, humanos y técnicos.
             La identidad corporativa es la causa                de la imagen corporativa. Pero ésta es el efecto de las múltiples                interacciones entre los polos o vectores que hemos examinado hasta                aquí, y no sólo de la identidad. La singularidad identitaria                de la empresa es el valor diferenciador por excelencia. Es un supravalor                porque genera otros valores como la personalidad distintiva y el                estilo corporativo, cuya culminación práctica para                el público es la imagen.
             No se trata, por tanto, de una identidad                puramente formal, sino de la esencia institucional de la empresa.                A diferencia de los productos, los servicios y las técnicas,                la identidad no se puede copiar ni imitar. Los productos y las marcas                se pueden imitar e incluso falsificar. Pero no la identidad ni sus                expresiones funcionales y emocionales: la personalidad, el estilo,                la cultura y la imagen.
             ¿Por qué todo esto                no se puede imitar ni copiar? Por dos razones: porque ha partido                de la identidad específica de la empresa, de su originalidad                y singularidad profunda; y porque eso ha sido transformado y diferenciado                a través de la acción del cómo. Lo que la empresa                hace y comunica, no es distintivo sino en el cómo lo realiza.
             Qué es la identidad corporativa
          Cuando todavía muchas empresas creen que la identidad es                una cuestión simple de logotipos -o, todavía peor,                creen que eso es la "imagen"-, la noción de identidad                corporativa se ha afirmado en tanto que la estrategia de la diferenciación                por excelencia.
             La identidad corporativa es un "sistema"                de comunicación que se incorpora a la estrategia global de                la empresa, y se extiende y está presente en todas sus manifestaciones,                producciones, propiedades y actuaciones. La identidad
             El proceso transformador de la identidad                a la imagen
          1. La identidad objetiva de la empresa ("lo que es") es                equivalente a lo que, en una persona, es el conjunto de datos descriptivos                ("quién es") que están inscritos en su documento                de identidad o su pasaporte y que podemos ver y leer (pero sólo                ver y leer).
          2. Su personalidad, su carácter, sus actitudes, su conducta,                su forma de ser, es decir, lo que le da vida y singularidad como
          individuo, no están en el documento. Los descubrimos (y los                interpretamos y valoramos) cuando entramos en contacto real con                él: en la manera cómo se comporta según nuestra                personal experiencia subjetiva.
          3. Con las percepciones (1) y experiencias (2), const ruimos una                síntesis mental que, para nosotros, define a esta persona.                Es un
          conocimiento que permanece en nuestra memoria, y que se hace presente                a la conciencia cuando la recordamos, la vemos o alguien nos habla                de ella. Es la imagen. Nuestras actitudes y opiniones relativas                a esta persona están determinadas por la imagen que nos hemos                formado de ella.
             (Obviamente, si en 1 la persona,                o la empresa, no nos inte resó, no pasamos a 2, y si 2 no                nos interesó no pasamos a 3).
             se presenta así en primer                lugar, como la unidad de estilo de las comunicaciones corporativas                dentro de la diversidad de sus
          componentes. La consistencia de los componentes de la identidad                que integran el "sistema", y que son sistemáticamente                utilizados por la empresa a través del tiempo y los soportes                materiales, es la base de su notoriedad, su valoración y                su fijación en el imaginario colectivo.
             "Identidad corporativa"                es una expresión técnica que sirve a la empresa pero                que los públicos ignoran: para ellos, sencillamente no existe.                Lo que sí existe no son conceptos, sino vivencias y experiencias,                como por ejemplo satisfacción, confianza, adhesión                (a una marca o una empresa) e incluso imagen, como una certidumbre                que incluye esta clase de valores. De hecho, la imagen pública,                la que los públicos construyen y retienen en la memoria,                es una síntesis de estímulos diversos ligados a la                empresa. Esta ligazón es función del sistema de identidad                corporativa. Y los estímulos así identificados, reconocidos                y memorizados, son de índole muy diversa. Van desde percepciones                de mensajes complejos a elementos simples que llegan por muy variados                soportes y medios, hasta experiencias
          personales con los productos, los servicios y las personas que representan                a la empresa, y hasta las opiniones ajenas que a través de                los medios de comunicación o de otras instituciones y personas,                llegan a los individuos y a la colectividad, aleatoriamente, en                diversidad y continuamente.
             Toda esta marea de percepciones                y relaciones que despiertan expectativas: sensaciones, emociones,                experiencias e informaciones sentidas y vividas por los públicos,                en ningún modo podrían ser anónimas, ni inconexas.                Es preciso que unas y otras se relacionen claramente para que el                público pueda identificarlas, reconocerlas, asociarlas y                configurar con ellas significados, que serán integrados en                la memoria en forma de esta síntesis: la "imagen",                y de la cual los individuos se servirán para sus decisiones,                elecciones, opiniones, preferencias y fidelidades. Los materiales                con los que la mente configura la imagen son los estímulos,                significados y valores que la
          empresa emite y suscita en el público. Todos estos materiales                han de poder ser reconocidos y asociados entre sí, es decir,                identificados y recordados estableciendo un discurso coherente.
             Pero solamente los serán                si las percepciones (mensajes, comunicación, informaciones)                y las experiencias del público (satisfacción por los                productos, los servicios y el trato personal) arrojan para él,                un balance positivo. Este aserto implica una doble enseñanza                que habrá de ser bien comprendida y asumida por los responsables                de la empresa: 1., no puede haber estrategia de comunicación                al margen de la comprensión de sus públicos destinatarios                y 2., no puede haber estrategia de comunicación independiente                de la estrategia general de la empresa.
             La marca ha dado origen a la                identidad
          Será útil recordar la historia de la marca comercial,                y con ella veremos cómo y dónde nació la identificación                de productos. Lo que hoy llamamos "identidad corporativa"                en el lenguaje estratégico, tiene unos orígenes muy                lejanos, tanto que casi han sido borrados por el tiempo, pero en                los que reconoceremos sus formas y sus funciones actuales.
             Los orígenes de la identidad                corporativa se encuentran en la misma historia del comercio en Europa,                cuando las transacciones
          económicas necesitaron un "sello" (sigilla), una                marca para la circulación e identificación de las                mercaderías. Estos sellos o estampillas eran figuras gráficas,                más exactamente "signos", cuyo repertorio abarcaba                desde anagramas, figuras geométricas y simbólicas,                hasta alegorías. Este repertorio variado se recodificaría                en dos categorías de signos:
             - la marca icónica o figurativa,                en sus dos vertientes gráfica y funcional: como "signo",                y como efecto indeleble del acto de marcar: el "marcaje".                Con ella se identificaban los contenedores en los que viajaban los                productos, y de los que existen testimonios arqueológicos                del siglo VIII a.C.;
          - el logotipo (marca verbal) procede de los inicios de la imprenta                gutenberguiana, de las artes gráficas y, concretamente, de                la fundición de "tipos" de imprenta con letras                "ligadas". Esta forma de enlazar las letras daba lugar                a "logotipos", y constituyen lo que hoy todavía                designamos con esta palabra. Son marcas para ser leídas en                contraste con las anteriores, que son marcas para ser vistas. Por                tanto, el logotipo es también una marca, pues está                hecho para cumplir la misma función de marcaje de la identidad.
             Es muy corriente, al cabo de tantos                siglos, encontrar todav ía hoy la presencia de estos orígenes                gráficos en las marcas y signos contemporáneos, que                son figuras o bien icónicas, o bien lingüísticas,                o bien combinan ambas expresiones en un conjunto identificador estable                que los integra. (Como ejemplos de marcas icónicas tenemos                Mercedes y Nike; de logotipos, Coca-Cola y Telefónica; de                ambas combinaciones, Repsol-YPF y Emporio Armani).
             Tan larga historia gr áfica                al servicio de los negocios era natural que dejara un rastro dominante                en la concepción de las marcas de identidad y en la práctica                del marcaje. Pero en el curso de esta evolución nos encontramos,                en el día de hoy, de nuevo con la encrucijada de la explosión                mediática y la revolución de los servicios. Y así,                la identidad corporativa como una cuestión de marcas gráficas                y logotipos, se incorpora a aquellos dos niveles de comunicación                que antes hemos examinado, donde coexisten sus diferentes soportes                y medios.
             Ya todo es soporte de identidad,                y no sólo los embalajes y la publicidad de los productos.                Pero hubo un paso histórico intermedio, al que yo llamo el                segundo nacimiento de la marca, y que de hecho es el verdadero nacimiento                del concepto de identidad corporativa. De hecho, la función                implícita de la marca -desde casi tres mil años- es                la de identificar los productos y sus contenedores: ánforas                y jarras que viajaban por el Mediterráneo.
             Esta función marcaria, identitaria,                se amplifica a principios del siglo XX, también en Europa,                con la idea innovadora de que todas las manifestaciones de la empresa                debían transportar sus signos propios de identidad. Era el                mismo año 1908, en que Henry Ford desarticulaba los procesos                de trabajo en la cadena de montaje en su factoría de Detroit,                en los USA. Este mismo año, en Alemania e Italia se producían                dos innovaciones avanzadas, es decir, que no estaban fundadas exclusivamente                en los cuatro pilares del modelo industrial, sino en una premonición                de la identidad corporativa. No                es que los empresarios europeos se olvidaran de la producción                y de la productividad, que ya resolvían por otro lado; es                que fueron mucho más lejos, porque se anticiparon en lo que                hoy es un vector esencial: la comunicación de la identidad                y la construcción de la imagen corporativa.
             En aquel año de 1908, la                empresa alemana AEG entendió que el diseño no podía                limitarse a la concepción gráfica, y contrató                al
          arquitecto, diseñador industrial y artista gráfico,                Peter Behrens, con el objeto de aplicar una concepción unitaria                a sus producciones, sus instalaciones y comunicaciones. Poco después                contrató al sociólogo austríaco, Otto Neurath,                quien aportaría una visión inédita a la empresa,                que ya no sería aquella de la lógica productiva o                administrativa, y que enlazaría las relaciones humanas con                las comunicaciones con el mercado. Behrens y Neurath han sido, pues,                los primeros "consultores comunicadores" en nómina                de una gran empresa y los forjadores de su estilo singular en unas                circunstancias realmente pioneras. Ellos se encargaron de concebir                una identidad global para AEG, que sería el resultado de                todo su trabajo de investigación y de proyectación,                pues diseñaron por completo un programa para las producciones                de la compañía. Proyectaron edificios, fábricas,                oficinas y establecimientos comerciales; diseñaron productos,                lámparas industriales, juegos de té, ventiladores,                material eléctrico, etc.; y en la faceta del diseño                gráfico crearon marcas, logotipos, carteles, anuncios, folletos                y catálogos, en un inédito "servicio proyectual                integral" que ha configurado la histórica imagen coherente                y singular de AEG.
             El mismo año 1908, Camillo                Olivetti fundaba su empresa en Ivrea, Italia, que llegaría                a ser la mayor industria europea de maquinaria
          de oficina y de sistemas para el tratamiento automático de                la información, y ocupa una posición de primer plano                en el mercado mundial de la inform ática "distribuída".                En efecto, la identidad de una empresa es con frecuencia el espíritu                que le infunden hombres con una clara visión de futuro y                especialmente dotados de un empuje creativo. Camillo Olivetti reunía                en su persona la calidad humanística, el espíritu                científico y la intuición creativa del hombre de negocios.                Estaba persuadido de que "Las cosas materiales y la tecnología                no deberían ser contempladas como ocupando una posición                más elevada que la del hombre".
             En 1928 se estableció en                Olivetti el servicio de publicidad, y éste dio lugar, tres                años más tarde, al departamento de Desarrollo y
          Publicidad. En 1946, después de la segunda guerra mundial,                se reorganizó en Milán la Oficina Técnica de                Publicidad, encabezada por Giovanni Pintori. En 1957, todo el departamento                de publicidad se trasladó desde Ivrea a Milán, y estuvo                dirigido por Ricardo Muratti. La posterior Dirección de Imagen                Corporativa, ha jugado a partir de entonces uno de los papeles más                importantes dentro del diseño y las actividades de comunicación                de Olivetti. Encabezada por Renzo Zorzi, la DIC incluye y coordina                todas las relaciones culturales, relaciones internas, diseño                industrial, comunicación, publicidad y actividades de promoción,                así como relaciones externas y la administración de                la propia DIC; todas estas actividades giran alrededor de la implantación                permanente y el control de la identidad
          corporativa. El director de esta oficina es la autoridad más                importante en la comunicación corporativa, está conectado                directamente con el presidente de la compañía y tiene                acceso directo al grupo administrativo. He aquí como, a mitades                del siglo pasado, se prefiguró en Europa el rol del nuevo                Director de Comunicación.
             Seguramente Behrens, Neurath y Camillo                Olivetti pensaron que en el futuro otras empresas imitarían                sus concepciones integrales de los productos y los mensajes en toda                clase de medios y soportes a través de las tres grandes especialidades                del Diseño: diseño gráfico, arquitectónico                e industrial, en una visión sociológica y humanista                pionera. Pero lo que seguramente no imaginaron fue que tal concepción                integral de la identidad no sólo de marca sino también                de empresa, se iba a exportar a los USA, donde sería bautizada                con la denominación de "identidad corporativa";                bautizo del que varios gabinetes anglosajones de diseño reivindican                su autoría. Si Europa creó el concepto y estableció                los primeros desarrollos, los USA le dieron nombre (necesitaban                una marca para este producto), lo envolvieron en un buen packaging                y lo reexportaron a Europa y al mundo. Es el célebre pragmatismo                americano.
             Estos hechos nos invitan a dos reflexiones                importantes acerca del concepto importante de identidad corporativa:
             Primera reflexión. La intuición                de AEG, Behrens, Neurath y Olivetti fue una premonición de                lo que, once años más tarde (1919) sería la                fundación en Alemania de la Bauhaus, donde se reunieron los                innovadores más avanzados en la filosofía de dignificar                la producción en serie de objetos con la explosión                del industrialismo, integrando todas las formas del diseño                y las artes plásticas en los productos manufacturados que                empezaban a inundar el entorno, los hogares y la vida de los individuos.                La escuela de la Bauhaus, a pesar de su corta y convulsa existencia                (1919-1933), había demostrado al mundo occidental una nueva                forma de unir racionalidad e imaginación,
          funcionalidad y estética, arte y producción, y de                coordinar las diferentes manifestaciones del arte, el diseño                y la industria. El ideal de la Bauhaus era trasladar la estética                a la práctica proyectual, a los objetos de uso, a los productos                y a la comunicación. En este ejercicio se encontraron, por                primera vez, la arquitectura, el diseño industrial, el diseño                gráfico y las artes decorativas. Un ideal, en fin, en busca                de una cierta calidad de vida a través de la industria y                el diseño. Pero también un ideal que se expresa en                la disciplina actual de la identidad corporativa, en la misma medida                que hoy incluye todas las variables del diseño y de la sociología                de la organización.
             Segunda reflexión. Hay un                hecho que no deja de ser interesante por erróneo, en las                creencias de muchas empresas contemporáneas. Es que la identidad                corporativa todavía es un recurso estratégico desconocido,                porque es visto a menudo como una simple cuestión de diseño                y de marcas. Es decir que, simplificando las cosas, están                viendo la marca igual que hace casi tres mil años (¡).                Sólo que ahora, los soportes ya no son solamente los contenedores                de los productos: las ánforas y jarras en los que eran transportados.
             La cuestión es que, con tantos                cambios ocurridos en estos últimos tiempos, y a pesar de                ellos, se tiende a reducir la identidad corporativa a unos signos                y un manual de normas gráficas. Esta simplificación                tan reduccionista que todavía persiste, se debe en efecto                al peso de la marca en sus evoluciones históricas , pero                también a unos hechos más recientes. Cuando el alemán                Walter Landor se llevó las ideas de Behrens, Neurath y Olivetti,                y la filosofía de la Bauhaus a los USA, las redujo a un producto                más fácilmente manejable y explotable, que se limitaría                al campo exclusivamente gráfico. Por su parte, otro triunfador                de la época en los USA, el francés Raymond Loewy,                desarrolló allí sus ideas sobre estética industrial                y diseño gráfico bajo el célebre pero falso                slogan "lo feo no se vende". La fusión del diseño                industrial y gráfico no se consolidó, a pesar de que                Loewy fue al diseño industrial lo que Landor fue al diseño                gráfico de identidad corporativa.
             El hecho es que esta disociación                entre ambas disciplinas reforzó la idea reductora de que                el diseño de identidad corporativa "era"
          diseño gráfico. Y hasta los años 80 hemos estado                convencidos de dos cosas: de que la identidad corporativa venía                de los USA
          (olvidando que antes había llegado allí desde Europa),                y de que se trataba fundamentalmente de un problema exclusivamente                gráfico.
             De la identidad a la imagen...
          Tres hitos se destacan en la historia de la marca: su nacim iento,                por lo menos ocho siglos a. de C., el sistema económico medieval                y la economía de mercado que amanece con el siglo XVII. Si                veinte siglos antes, las primeras marcas comerciales existieron,                fue por una necesidad de identificar, pero curiosamente, no los                productos y las mercancías, sino a los alfareros (que manufacturaban                las ánforas que contenían vinos y aceites, y viajaban                desde la cuenca mediterránea a diferentes países del                norte y oriente europeo), y a los comerciantes que exportaban estos                productos. La conveniencia de identificar, reconocer el origen o                el responsable de las exportaciones, era una urgencia debida a los                robos frecuentes en los almacenes de los alfareros, y también                los robos en alta mar por los piratas, cuando tales productos eran                recuperados. La marca, pues nació por una necesidad práctica                -¿policial?- de identificación.
             En la Edad Media, la función                de las marcas estaba controlada por las corporaciones y los gremios,                y este control estaba en las manos de las autoridades que cuidaban                que las corporaciones no invadieran el ámbito de las otras                corporaciones. (Hemos hablado ya ampliamente del corporativismo).
             Poco a poco, en los albores del                industrialismo del siglo XV II, se impuso la libre competencia,                la libertad de mercado, y con ella se creó una legislación                adecuada -insistentemente reclamada por las empresas- que protegería                la iniciativa privada y la propiedad de las marcas. Así se                empezó a concebir la marca registrada como un activo de la                empresa. La "marca registrada" nació, por tanto,                como respuesta a una nueva necesidad: defender a las empresas contra                el fraude, las imitaciones y las falsificaciones. Este reconocimiento                de su protección legal otorgó a las marcas su auténtico                estatuto económico.
             La exclusividad de uso generaría                una nueva función de la marca: la de atraer a los compradores                y conservarlos, es decir que ya no sólo se tratará                de identificar un producto, sino de competir con otros productos,                es decir, con otras marcas. Para competir y conquistar clientes,                mercados y fidelidades, la marca-signo registrada, no basta, sin                embargo. Porque la marca está aquí en función                del producto, del fabricante o del comerciante. Entonces, la marca                empezó a asumir promesas y compromisos con el público.                La marca era garantía de origen de los productos; aseguraba                la autenticidad y la originalidad del producto ("exija mi marca",                "desconfíe de imitaciones", eran la clase de eslóganes                de la época industrial avanzada); garantizaba una calidad                estable, invariable, y era un compromiso táctico -y a menudo                explícito- del fabricante ante el mercado. La marca se convertía                así en un instrumento de la estrategia comercial, en la misma                medida que singularizaba los productos y ofrecía garantías                y confianza a los consumidores.
             Paso a paso, la marca de identidad                de productos, servicios y empresas, absorbe y proyecta hacia el                mercado más y más propiedades y atractivos. Si en                los inicios de la estrategia marcaria, ésta se focalizó                en aquello que era objeto de la venta y la competencia: el producto,                sucedía que cada vez más la marca, la identidad, se                desplazarían fuera de él para dar en la diana psicológica                del consumidor y usuario. Wagons-Lits ya no significaría                transporte ferroviario, sino viaje y hostelería. Volvo significa                seguridad más que automóviles. Benetton no significa                prendas de vestir, sino moda colorista y una cierta ideología.                Emergen así una profusión de constelaciones de valores                alrededor de las marcas de identidad, que no son propiedades objetivas                de los productos, de lo que tenemos ejemplos en el
          campo de la moda y en las grandes marcas de lujo sobre todo, sino                valores de esta sociedad mosaica: estilos de vida, pertenencia a                un grupo social, autoimagen.
             Lo que la marca de identidad ya                no tiene necesidad de asegurar no es la calidad de los productos,                sino la diferencia. Todos los relojes son hoy puntuales. No importa                el país de origen de un artículo, sino la marca y                lo que significa (el producto se puede fabricar en cualquier parte                del mundo... a condición de que la mano de obra sea barata).                Todos los bancos venden los mismos servicios y con iguales tasas                y condiciones...
             La marca-imagen (o la imagen de                la marca) es m ás fuerte que la marca-signo. Y la identidad                corporativa, que es una estrategia
          expansiva de la marca, y una estrategia absoluta de comunicación,                va directamente con todas sus armas a la construcción de                la imagen corporativa.
             ... por medio de la personalidad                corporativa
          Toda persona física o moral proyecta consciente o inconscientemente                una imagen en los otros, cuyos pormenores predisponen una percepción                particular según cada uno de los interlocutores. Así,                la empresa vende, a través de objetos perceptibles y de servicios,                imágenes que no son conscientemente percibidas. Todos somos                compradores de imágenes, y es la imagen la que perseguimos                muy a
          menudo inconscientemente. Compramos imágenes contenidas en                los objetos y los servicios. A través de un objeto, a través                de su
          presentación y su embalaje, o de una empresa y los servicios                que ofrece, sentimos una impresión que puede ser por ejemplo,                de eficacia, de elegancia, de potencia, de precisión... o                más exactamente, una combinación de estas impresiones.
             Pero el individuo no es un simple                espectador. Cuando pasa de este estadio perceptivo al estadio activo,                y se aproxima a un producto para probarlo, o ensayarlo, a través                de una degustación, una muestra o una primera compra, entonces                pasa a experimentar una relación con el objeto o el producto,                y aquella preimagen percibida hecha de impresiones psicológicas,                se amplía y se modifica -o se afirma- sustancialmente, porque                ahora se entremezclan sensaciones y experiencias ligadas al objeto                o al producto, a sus condiciones físicas y a sus funciones.
             Esta parte más avanzada de                la configuración mental de la imagen, fija una relación                con el estado objetivo y real de las cosas. Como se ve, es una relación                subjetiva, o subjetivada, en perspectiva, o sea, progresivamente                constituida. Porque la imagen no es el producto de un impacto instantáneo,                es un proceso psicológico casi inconsciente, que se desvela                y aparece en un momento dado. Seguramente nadie puede recordar en                qué instante se forjó en su cabeza la imagen actual                de un producto o una empresa determinados, pues la imagen es un                cúmulo, una superposición de sensaciones, impresiones,                contactos y experiencias que se configura lentamente hasta que aflora                en la conciencia como una certidumbre.
             Por consiguiente, uno de los ingredientes                indisociables de la imagen mental (o de la imagen corporativa, según                si lo consideramos desde el público o desde la empresa) es                el soporte-tiempo, es decir, la constancia de las impresiones y                sus efectos, la congruencia, la prueba y error mental, la trayectoria                de la empresa o de la marca, que a lo largo del tiempo, a veces                incorpora a la imagen factores contingentes, mensajes no deseados                por la empresa, elementos puntuales o de efectos prolongados, que                producen oscilaciones en la valoración del producto, el servicio                o la empresa... y en consecuencia, del negocio, porque no es posible                separar una cosa de la otra.
             He sintetizado este proceso encuadrándolo                en: tres momentos progresivos de la implicación psicológica                de los individuos, y un
          contexto, en el que tienen lugar. El primer momento es el de la                percepción, ya sea directa o indirecta del producto, la empresa,                la marca, el servicio. El segundo momento es el del contacto directo                y real con el producto o la empresa; experiencia puntual vivida                con este contacto. El tercer momento es el transcurrir del día                a día y la sucesión de percepciones y contactos con                el producto o la empresa a través del tiempo; y con ello,                la afirmación de las percepciones y contactos precedentes                en el sentido que la imagen mental tomará.
             El contexto en el que tales procesos                tienen lugar, es el en torno en el que se ubican la marca, el producto,                la empresa, el servicio. El mismo en el que se ubican sus competidores,                que percibimos como propuestas alternativas, y se entrecruzan las                opiniones favorables y desfavorables de nuestro grupo social de                afinidades y los efectos de los medios de comunicación.
             No hace falta insistir en la naturaleza                psicológica múltiple de la imagen: subjetiva, perceptiva,                experiencial, funcional y emocional al mismo tiempo, y apoyada en                un contexto estable. Es por esta razón que las investigaciones                específicas sobre la imagen corporativa -lo que he llamado                la Auditoría Estratégica Global y desarrollaré                más adelante- son a menudo una fuente de sorpresas para las                empresas, ya que dichos estudios revelan tanto aspectos positivos                inesperados como impresiones negativas, que la identidad del producto                o de la empresa no justifican, y la investigación habitual                de comunicaciones, de mercado, de consumo, etc., no detectan.
             Lo más significativo que                debe buscarse en la investigación no es solamente, como muchas                veces se piensa, llegar a saber "qué
          imagen tenemos", en comparación con nuestros competidores                principales, sino por qué. Cómo se ha construido esa                imagen que hoy tenemos. Sólo conociendo las causas sabremos                por qué la imagen es así. Y en consecuencia, sabremos                cómo se puede modificar, reorientar, etc. Lo que se investiga                así es la construcción de la personalidad corporativa                a través de percepciones, experiencias y opiniones, es decir,                a través de su acumulación en las personas y en el                tiempo: la imagen.
             Así, pues, ya hemos visto                una vez más cómo todo empieza con la identidad -la                de la empresa en tanto que un potencial genético a desarrollar,                y la de su percepción primera por el público. Veamos                ahora de qué modo se ha hecho más completa y más                compleja la comunicación de la identidad. En su construcción                se ha pasado e los puros signos gráficos de antaño,                que perduraron hasta los años 80 como únicos vehículos                de la identidad, a un sistema de estímulos: el lenguaje inter                media al que nos hemos referido anteriormente a propósito                de los lenguajes de la comunicación.
              La construcción de la                imagen corporativa
          Gestionar la identidad es gestionar la imagen, pero no se puede                invertir el proceso. La imagen necesita sustancia real: las cinco
          dimensiones de la identidad más la cultura. La imagen se                gestiona, por tanto, indirectamente. Porque la identidad y la cultura,                tal como hemos visto en el capítulo precedente, son mensajes,                cosas y relaciones que son emitidos y protagonizados por la empresa.                Y la imagen son percepciones y experiencias protagonizadas e interpretadas                por los públicos.
             Ya hemos examinado en la segunda                parte cómo se configura la imagen mental en el imaginario                colectivo, y hemos explicitado el
          proceso -sutil, inconsciente en el público- de transformación                de la identidad en imagen, que es función del vector central                cómo, que inyecta e impulsa Personalidad y Estilo a la imagen                (a la empresa en realidad) a partir de su origen identitario. Recordémoslo.
             La construcción de la imagen,                si de una parte incluye la gestión de la identidad con las                cinco dimensiones de su lenguaje inter media, de otra parte implica                que está aquí comprometida la gestión de la                comunicación. Para que la identidad se transforme en imagen,                la primera debe ser concretada en hechos y mensajes, es decir que                tiene que ser manifestada implícitamente por los primeros                -la conducta- y comunicada explícitamente por los segundos.
             En este punto justo surge una cuestión                que nos desvía (provisionalmente) de nuestro paradigma y                obliga a introducir otro modelo de gestión. Que consiste                en obtener, interpretar y gestionar información. Cuando hablamos                de cambios estratégicos es preciso responder a las siguientes                cuestiones: ¿Qué Cambios, Qué Estrategias,                Qué clase de Imagen necesitamos? 
             Las respuestas no pueden ser, desde                luego, invenciones de l a empresa, decisiones unilaterales, deducciones                empíricas ni
          recomendaciones de consultores iluminados. Por más razones                y argumentos de que se disponga sería suicida dar respuestas
          subjetivas a cuestiones tan críticas como estas. Si la imagen                se configura en el público, éste tiene sin duda mucho                que decir. Y este razonamiento es la validación del Modelo                de la Imagen a implantar (hablaremos de ella más adelante),                que es, de hecho, la matriz para la gestión de la identidad                y de la comunicación.
             Es preciso, pues, a estas alturas,                determinar sin riesgos de error, cuál es el modelo de la                imagen que la empresa necesita: a) en
          función de su plan estratégico y objetivos globales,                y b) en función de la imagen que existe en el público                forjada por medio de prejuicios, impresiones y experiencias, pero                también y especialmente de las expectativas y exigencias,                que sirven de correctores o de adaptadores reales de a).
             Por esta necesidad metodológica                he creado un instrumento específico que he llamado Auditoría                Estratégica Global. Si el paradigma que manejamos es sistémico                y holístico; y si la imagen es la ciencia de la totalidad,                el método para responder a las cuestiones indicadas más                arriba no podía ser sino global, holístico, total.
             
                          
             Joan Costa Solá Segales
        Fundador y presidente de Consultoría              en Imagen y Comunicación Corporativa (CIAC Internacional).